dimarts, 23 de setembre del 2008

Alegato por un liberalismo con rostro humano

Ningún sistema social o económico o teoría económica alguna se sostiene por sus propias bases: se erigen inevitablemente, sobre una plataforma metafísica. Es decir, sobre un punto de vista básico que se tiene sobre la vida, su significado y su propósito. Las organizaciones en particular y los sistemas socio-económicos en general, no son sino las encarnaciones de las más esenciales actitudes, cualidades y aspiraciones de quienes las componen. Terminan reflejando el espíritu epocal por así decirlo, de sus actores.

Hasta hoy, nos hemos adoctrinado en el empleo ingenioso de la tendencia humana a la codicia, el individualismo y el egoísmo como motivadores de nuestras acciones. Es así como la mayoría de los colectivos, aglutinados en eso que llamamos mercado, se han regido bajo este imperativo.
No hay razón para separar el desarrollo humano de la eficacia en el ámbito de los negocios y el trabajo. No hay necesidad de negar que el consumo, la riqueza, la educación, la investigación y muchas otras cosas son necesarias en cualquier sociedad, pero lo que si es imperiosamente ineludible hoy es una revisión de los fines a los que se supone sirven estos medios.
Esto implica el desarrollo de una cosmovisión que confiera a las entidades materiales, en esencia, superfluas y efímeras, su legítimo lugar. Es una cuestión de opciones morales ya que ningún cálculo económico puede por sí sólo ofrecer una respuesta acertada a los impulsos existenciales de la vida misma. Resulta imprescindible un cambio en la forma de aprehender la realidad, que permita restaurar la posición que ocupa el ser humano, nosotros, en el mundo que nos rodea. Los cambios deben operar en todos los ámbitos posibles.
Necesitamos desarrollar un enfoque sistémico-holístico que reinterprete e interrelacione los conflictos de la actualidad en el ámbito de la política, la economía, la ética contemporánea, la ecología y la psicología con vistas a la promoción del renacimiento personal, a recrear un nuevo modelo de ser humano que ilumine el camino de los tiempos por venir. Ojala en eso estemos. Un nuevo viraje en donde lo verdadero en lo humano represente “EL” valor primordial del que pende lo económico y no a la inversa.
La economía debe dejar de ser sujeto de investigación exclusiva de los economistas. Debemos convocar y provocar una visión más humana de la economía que encamine implícitamente la realización personal y colectiva, monstrándonos que estos objetivos están por encima de la competencia y la ganancia, y que dé florecimiento no sólo a un orden económico más justo, sino a uno verdaderamente existencial.

Desde un punto de vista profundamente filosófico, es obvio que el fin último de la economía es la gente (me refiero a todos nosotros sin abstracciones) y no al revés, siendo la economía, en definitiva, un medio para la realización y desarrollo de la vida humana. El verdadero desarrollo de los pueblos no se debe apreciar como la mera capacidad de producción material de bienes de consumo, sino como el desarrollo de los seres humanos para auto-realizarse integralmente con valores espirituales, intelectuales, sociales, vitales, afectivos, estéticos y éticos.
Si pensamos así, el subdesarrollo estaría desparramado en todo el mundo y muy particularmente en los países desarrollados que expanden y contagian las enfermedades de la civilización actual: la codicia, la avidez por los apetitos materiales superfluos, manifiestados en el consumismo exacerbado y la voracidad competitiva. Sistemas económicos alternativos libran batallas en una guerra que no pueden ganar, a menos que encuentren algún fruto surgido de una visión más humana y espiritual. Los valores humanísticos universalistas, con sentido espiritual, se deben convertir en la auténtica infraestructura de la sociedad.
Resulta imprescindible que la sociedad se conecte con una percepción integral en donde el hombre pueda vivir adaptando sus intereses al medio y no el medio a sus intereses. Permanentemente abogo por ello. A veces me siento casi como gritando desesperadamente frente a un infinito océano de bits que lastran mis palabras en la indiferencia. ¿Cómo puedo decirlo? ¿Cómo ayudar a que este cambio acontezca?, no he encontrado aun la respuesta…
JOSEP